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Carmen Domingo

El gustoso París multirracial - El Viajero - El País 17/11/2007

París es una de esas ciudades a las que cualquiera con un fin de semana libre, y algo de dinero en los bolsillos, piensa en escaparse. Todas las excusas valen. Alejándonos de los emblemas turísticos más conocidos, podemos dejarnos tentar por la Ciudad de la Luz para asistir a un concierto, ver un moderno edificio o simplemente pasearnos por sus calles. Ir a ver el Musée du Quai Branly -metro Alma-Marceau-, la última creación de Jean Nouvel, arquitecto encargado de la ampliación del Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid y de la Torre Agbar de Barcelona, es pretexto más que suficiente. Antes de entrar, podemos disfrutar observando una de las paredes del museo, un espectacular jardín botánico vertical obra de Patrick Blanc, y luego pasearnos por las salas de este edificio, de 40.000 metros cuadrados, que alberga miles de piezas de arte primitivo procedentes de África, Asia y Oceanía.

Y así, desde el Quai Branly, estamos inmersos en la tan traída y llevada alianza de civilizaciones, presente en París en todas sus esquinas. Y con esa idea nos dirigimos al metro para ir a la Gran Mezquita -a la parada Jussieu o Cardinal Lemoine-. Situada en el quinto arrondissement de París, en la rive gauche a orillas del Sena, es el barrio más antiguo de la ciudad y abarca gran parte del Barrio Latino. Antes de llegar, un consistente desayuno en el bar Breakfast in America, llamado así en claro homenaje al disco de Supertramp. Un curioso local con el encanto de lo retro, situado en la Rue des Écoles, donde podrás disfrutar de los pancakes, el beicon frito y todo el café filtrado que quieras a cualquier hora.

Con energías suficientes para continuar en marcha hasta la noche, andamos en dirección a otro edificio de Jean Nouvel, quien, junto a los arquitectos Gilbert Lezènes, Pierre Soria y el Architecture Studio, también en este barrio ha dejado su impronta. En 1987, este equipo hizo una interpretación a través de materiales modernos de las características de la arquitectura árabe en el edificio del Institut du Monde Arabe. El patio recuerda el interior de las casas mediterráneas. A través de las ventanas, con la tradicional forma de estrella, se tamiza la luz gracias a unas células fotoeléctricas que parecen rememorar los atardeceres en Al Andalus, estableciendo un diálogo perfecto entre el viejo y el nuevo París, cuya vista puede apreciarse desde la terraza, a 25 metros de altura.

A pocos metros se encuentra la Mezquita, edificada en 1926 por los arquitectos Heubès, Fournez, Mantout y Tranchant de Lunel. El primer centro de culto musulmán se construyó en París tras finalizar la I Guerra Mundial, como homenaje a los cientos de miles de soldados musulmanes muertos durante el conflicto. Decorado por artesanos marroquíes en un estilo hispano-árabe, los edificios que la conforman se organizan alrededor de pequeñas tiendas y de bellos jardines.

Herencia romana

En este complejo, además de disfrutar de las vistas de la fachada de la mezquita, del minarete de 33 metros de altura, podemos tomarnos un café o un té a la menta mientras los gorriones vuelan a nuestro alrededor a su antojo, o deleitarnos con un baño en el hammam, decorado con mosaicos tradicionales.

Tras esta segunda parada, y siguiendo inmersos en la interculturalidad parisina, a escasos metros nos encontramos con las Arènes de Lutèce, en la calle Monge. Alejados de los espectáculos de fieras, gladiadores y mártires cristianos que justificaron su construcción, estos vestigios galo-romanos conforman en la actualidad un agradable jardín donde van a jugar los niños de la zona, o a hacer pic-nic. Descubiertas en 1869, estas ruinas romanas fueron objeto de excavaciones y restauraciones minuciosas, devolviendo a la ciudad el anfiteatro y los jardines que lo rodean, testimoniando la fuerza que tenían los romanos en la antigua colonia de Lutèce, la actual París.

Y pasando de la historia antigua a una parte de lo que configura la moderna, de nuevo en el metro nos dirigimos al templo de las fashion victims por excelencia, la Boutique de Colette -parada Tuileries-. Está situada entre la plaza del Palacio Real y la plaza Vendôme y a pocos metros del Louvre, en la calle Saint Honoré. Una de las mejores tiendas multimarca de moda, o para ser más exactos, de lifestyle en general, del mundo. En este local, las naciones unidas del mundo de la moda, se reúnen los más exclusivos diseños en una amplia selección de calzado, ropa y accesorios femeninos y masculinos más especiales del momento, donde todo acaba convertido en tendencia.

Esta zona del Louvre fue la elegida por la corte de Luis XV para instalarse a finales del siglo XVIII. París se abrió en ese momento hacia el norte, y el barrio se convirtió en fashionable al poblarse con las nuevas élites burguesas y capitalistas. Los antiguos paseos campestres se transformaron en grandes bulevares y zonas de negocios durante el siglo XIX y hasta la actualidad.

Fue en esa época cuando se fundó la Ópera Garnier, en la plaza de la Ópera. Tras escapar de un atentado a la salida de la antigua ópera, Napoleón III decidió en 1858 la edificación de una nueva en un lugar seguro y con espacios libres para la vigilancia. Construida por Charles Garnier en 1874, su estilo oscila entre el barroco y el neorrenacimiento, aunque en 1964 todavía se hicieron modificaciones; Malraux hizo recubrir por Chagall el techo de la sala donde actúan los artistas.

Enfrente, el Gran Hotel, construido en 1867 para la Exposición Universal, al mismo tiempo que la fachada de la ópera. La edificación de ese monumento insignia del Segundo Imperio permitió establecer el trazado definitivo de las nuevas vías, que transformaron el barrio en nuevo centro de negocios. Bancos, imprentas, periódicos... edificados con modernos materiales y tiendas de lujo, cafés y teatros.

El barrio del Olympia

Pero antes de seguir nuestro camino, entre el Louvre y la Opéra podemos detenernos a comer algo en el barrio japonés de París, Little Tokio. En la Rue Sainte-Anne principalmente, pero también en las calles adyacentes, podemos encontrar un peluquero japonés, una librería especializada, pastelerías o, incluso, una agencia de viajes japonesa. Pero sobre todo podemos disfrutar de los mejores yakitoris, sushis y makis tradicionales en los numerosos restaurantes japoneses. Si tenemos algo de tiempo, podemos pasearnos por las calles de este barrio pluriétnico donde se juntan las comunidades magrebí, africana, portuguesa, yugoslava y china, entre otras, alrededor del mercado en pequeñas tiendas de telas y especias.

Desde Sainte Anne nos dirigimos al Boulevard des Capucines, donde se encuentra el Olympia, fundado en 1888 por José Oller, el music-hall más viejo de París es fácilmente reconocible por sus carteles rojos gigantes sobre la fachada. En 1992, la Société Générale, propietaria del edificio, anunció un proyecto inmobiliario que condenaba la antigua sala a su desaparición. Gracias a la tenaz movilización de los ciudadanos, el banco modificó su proyecto y la sala ha sido reconstruida, idéntica, pero con mejores prestaciones técnicas.

2 comentarios

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stev -

estupidos de nada me ayuda esta informacion