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Carmen Domingo

No todos los días se puede hablar de política... o sí

Me llama Mónica, hace un rato, lleva la sección de blogers de Metropolis, el suplemento de El Mundo, y me dice que si quiero participar en la sección que lleva que le escriba un texto acerca de la bitácora, mis intereses, porqué escribo... bueno, esas cosas que me mueven a escribir aquí día sí, día también desde hace casi tres años. ¡Tres años!, hasta yo me soprendo cuando lo escribo.

De inmediato me siento ante el ordenador y me pongo a pensar... por qué utilizo este sistema, el escribir en el blog para dar salida -mental, principalmente- a todas aquellas cosas que, sea política, literatura o televisión (que de todo hay) y lo hago porque es la única forma inmediata que conozco de compartir con todo el mundo aquello que me preocupa, me conmueve o me cabrea -a falta de la esperada columna en un medio de comunicación tradicional en el que contarlo también-. Así de simple, veo la tele, leo un libro, o escucho una noticia y si me da que pensar lo dejo por escrito. Lo curioso es que, casualmente, casi todo lo que me provoca esta necesidad de escribir está relacionado con la política, que para mí sigue siendo el principio y final de todo; así que principalmente toco temas políticos.

Puede parecer aburrido pero no lo es. Ahora mismo, acabo de encender la tele para ver las noticias con idea, precisamente, de eso mismo, de que se me ocurra algo de lo que hablar. Aunque, de pronto, recuerdo el programa de ayer, de TV2, "Carta Blanca". Os cuento, porque estuve viéndolo en casa de una amiga y de los que estábamos ninguno daba crédito  a lo que veía.

Empecemos por el principio.

Hace unos días, Lucía Etxebarría escribió en el diario ADN un artículo titulado "Entre la telejoya y la telebasura" (o aprox, que no se me quedó el título exacto). En él, claro, se metía con los programas, típicos y tópicos, que abundan cada día más y que hablan o tratan el mundo del corazón. Hasta aquí bien. Aunque a mí me parece un gasto inútil de saliva o tinta, porque a la vista está que deben funcionar a las mil maravillas porque cada vez proliferan más y aumentan las audiencias. Si no nos gusta eso habrá que pensar que hay que modificar cosas, pero otras, mucho antes. Hasta aquí nada que decir. En frente, en su opuesto, quiero decir, estaba la telejoya "Carta Blanca" un programa de la TVE2 que, para los que no lo conozcan, es un programa en el que el conductor del mismo cambia cada semana (alguien vinculado al mundo de la cultura en general) y es quien elige los personajes con los que quiere hablar. De ahí el título Carta Blanca. Este programa es, obviamente, la telejoya para Lucía. Bien. Yo he visto un par y os diría que no es de lo mejorcito, pero la idea, eso sí, es inmejorable.

Sigamos.

Ayer, ayer mismo, recibo un mail por la mañana en el que Lucía Etxebarría nos pedía a los destinatarios que viéramos el programa porque... ¡lo conducía ella! Acabáramos Lucía, tanto presumir de programa porque resulta que te han elegido a ti, bien está. Y tienes que autopromocionarte. Bien está también que a todos nos cuesta mucho vender libros. Claro que, bien estaría, la recomendación digo, si no fuera porque yo sí lo vi y bien... bien... bien... no puedo decir que quedara muy bien, porque -y confieso que sólo vi la mitad- uno no se puede creer que está dándole 10 minutos a Margarita Xirgu o a Sarah Bernhardt cuando no son ellas, ni que es Bertold Brecht cuando no lo es. Poco más que añadir, a buen entendedor pocas palabras bastan. Sólo que me gustaría saber qué secreto motivo llevó a Lucía a ponerse encima de unas medias de rejilla un blusón largo con un corte lateral que dejaba que se le viera toda la pierna (eufemismo para evitar decir culo) cada vez que se sentaba. Como no sea que, como dice en su mail, el sillón desde el que hacía las entrevistas era el que utilizaba Ane Igartiburu y ella quería disfrutar del "morbo, corazones" de notarlo en directo "cuando mis nalgas rozaban el mismo terciopelo que ella calentó". Será eso.

 Acabemos.

La semana que viene la "prota" de "Carta Blanca"  es Isabel Coixet. Me apuesto con quien quiera a que el programa recupera la audiencia perdida. Al menos, eso sí, escucharemos preguntas inteligentes, que de vez en cuando se agradece.

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