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Carmen Domingo

De sinrazones y bodas monárquicas

Ya sé que hablar de la boda no es... digamos.. demasiado original, la verdad. Pero qué le vamos a hacer, yo me resistía, pero llegado EL GRAN DÍA, o acercándonos a él, no me queda otra que ponerme a decir algo. Y ya empecé ayer y esto amenaza con acabar como serie hasta el 22 (si me alejo corriendo del viaje de novios, cosa que no aseguro). Pues bien, me entero de que el código penal en el caso del Rey -al contrario de lo que ocurre con otros cargos públicos- considera delito el sólo hecho de imputarle actos que, aunque sean verdaderos, menoscaben su crédito o fama. ¡Tachán! "Haga lo que usted quiera magestad que, no se preocupe, no trascenderá." Eso da mucho juego a los defensores de la monarquía. La línea es tan difusa y tan restrictiva que no hacen falta mayores aclaraciones.

Sigamos.

Aprovechando que estamos todavía dentro de los cien días (o sea que aún el paritario no los ha cumplido) estamos en eso de hacer reformas sin parar. Así, y sin olvidar que en general no tenemos demasiado temor al ridículo, el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, alarmado por las deudas de Televisión Española, se despachaba hace unos días con unas declaraciones en las que anunciaba que no descartaba la privatización de una parte de la empresa. Y, para justificar sus palabras, no se le ocurría nada más que alegar la sinrazón de que una empresa pública gastara el dinero en producir esa roña de la televisión-basura (elemental, Fernández, ahí no nos hemos devanado los sesos, que diría mi abuela). Lástima que el secretario de Estado no haya caído en la cuenta de que Televisión Española podría, simplemente, dejar de producir semejantes inmundicias. Y a otra cosa, mariposa.

Curiosamente, el mismo gobierno al que pertenece el señor Fernández Ordóñez (forzado sin duda por la servidumbre monarquista y por la inercia de las decisiones tomadas por el gabinete de José María Aznar, que deben haber hecho más pupa de la que nos imaginamos, y yo tengo mucha imaginación) y los nuevos responsables de la televisión pública ha decidido mantener un aparatoso despliegue periodístico para informar al país de la boda de Felipe de Borbón y Leticia Ortiz (¿programas basura?). Como hay un déficit millonario en Televisión Española, nada mejor que dedicar ¡más de mil profesionales de televisión y doscientas cámaras!, junto con decenas de unidades móviles, para honrar a los contrayentes y a la prescindible monarquía y para combatir la plaga de la televisión-basura. Se nos da muy bien, demasiado, diría, mantener la España de horteras y aborregados frente a la tele. ¿sería esa la mejora prometida?

Y mientras, ir anotando los líderes latinoamericanos que no van (algunos sí, qué le vamos a hacer) al enlace. Del total de 30 jefes de Estado que han confirmado su asistencia a la boda real, sólo 7 son presidentes de países latinoamericanos: Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y Uruguay. Una comunicación del presidente argentino Néstor Kirchner informando que no viajará a Madrid llegó a la Embajada argentina en Madrid el 3 de mayo y fue transmitida a la Casa Real Española.

Tampoco asistirán los jefes de Estado de Chile, Ricardo Lagos, México, Vicente Fox y Brasil, Lula da Silva; el de Perú, Alejandro Toledo, Paraguay, Nicanor Duarte, Guatemala, Oscar Berger, y Costa Rica, Abel Pacheco. Lagos y Toledo serán representados por sus esposas. Falta confirmar aún la presencia de Fidel Castro y Hugo Chávez, de Venezuela. Yo, si soy sincera, estoy a la espera de que estos dos digan algo, eso de ser fan tiene su aquel.

Y aquí se confirma que no irá representacíón de UI (salvo Rosa Aguilar, lo que son las cosas, que ha dicho que sí, que va, que ella pasa del partido), pero aún no lo ha confirmado ERC, y del PNV sabemos que Ibarretxe sí irá al enlace. En fin... coherencias ideológicas.

1 comentario

Javier Rodrigo -

Ibarretxe ha propuesto en alguna ocasión que la Corona actuara de mediadora/árbitro entre Vitoria y Madrid, así que no creo que haya ninguna falta de coherencia en su presencia en la boda real, como parece sugerirse irónicamente en el último párrafo.