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Carmen Domingo

De nuevo Chomsky

Hace días que no he tenido ni un segundo para sentarme y escribir, y no es por falta de temas, claro, ni porque esté llorando la muerte de Marlon Brando (que sería un motivo más que justificado, todo sea dicho de paso), pero la verdad es que no he parado, así de simple.

De modo que hoy, tras hacer un repaso de las noticias que se me han ido pasando entre los dedos casi sin ver me paro en una conferencia que Chomsky ha dado acerca del papel de los medios de comunicación. Empieza fuerte, claro: "El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad".

DEspués hacer un breve resumen de la teoría de la democracia en EEUU nos aclara algunos puntos y nos explica a quienes condiciona: "Así pues, en una democracia se dan dos funciones: por un lado, la clase especializada, los hombres responsables, ejercen la función ejecutiva, lo que significa que piensan, entienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebaño desconcertado también con una función en la democracia, que, según Lippmann, consiste en ser espectadores en vez de miembros participantes de forma activa."

Lo cual le lelva a una conclusión que a mí es la que más miedo me da, porque es la que más se peude parecer a lo que podría pasar aquí (ya se sabe que los intelectuales son una masa en auge): "Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería solo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, y no dejarle que brame y pisotee y destruya las cosas, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle".

Cómo llegar a este punto, muy fácil: "necesitamos algo que sirva para domesticar al rebaño perplejo; algo que viene a ser la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso. Los medios de comunicación, las escuelas y la cultura popular tienen que estar divididos. La clase política y los responsables de tomar decisiones tienen que brindar algún sentido tolerable de realidad, aunque también tengan que inculcar las opiniones adecuadas".

Y el final de todo este es el esperado: "que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos tirando". Y de ahí a la política actual y a sus líderes y lo que piensan de nosotros. Con unas conclusiones que dan miedo por reales: "En la década de los años veinte y principios de la de los treinta, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicaciones y uno de los analistas políticos americanos más destacados, explicaba que no deberíamos sucumbir a ciertos dogmatismos democráticos que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son. Somos nosotros, decía, los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos, por lo que, precisamente a partir de la moralidad más común, somos nosotros los que tenemos que asegurarnos que ellos no van a gozar de la oportunidad de actuar basándose en sus juicios erróneos. En lo que hoy conocemos como estado totalitario, o estado militar, lo anterior resulta fácil. Es cuestión simplemente de blandir una porra sobre las cabezas de los individuos, y, si se apartan del camino trazado, golpearles sin piedad. Pero si la sociedad ha acabado siendo más libre y democrática, se pierde aquella capacidad, por lo que hay que dirigir la atención a las técnicas de propaganda. La lógica es clara y sencilla: la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del rebaño desconcertado".

Así que, después de leer esto, y casi diría que de deprimirme, va y se me ocurre encender la televisión, y me topo con Pellicer en TV3 (que tampoco sirve como levanta-ánimos, la verdad) y uno de los reportajes del programa trata de los movimientos skins y fascistas en Sabadell y me he quedado de piedra. Va y resulta que no sólo están super bien orgnizados, sino que (aquí peco de ingenua) entran y salen de la cárcel con aquella alegría después de agredir a todo aquel emigrante que se les pase por delante. Y además no tienen ningún problema de decir delante de las cámaras que si se encuentran frete a uno de ellos el cuerpo les pide que le peguen, que no pueden envitarlo. ¡Tachán! y mientras el alcalde (con una anti-eficacia más que probada a la luz de los testimonios de agredidos que nos cuentan su experiencia), dice que tampoco es demasiado importante.

Bueno, ahora ya puedo preocuparme por si ha ganado Portugal o Grecia, que me parece mucho más relajante, la verdad.

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