¡Qué mal se llevan los cuernos!
Los cuernos son muy malos, malísimos. Que te los pongan, se entiende. Esto no es una novedad. Y si se llevan mal cuando sólo el afectado o afectada los conoce, mucho peor se llevan -si cabe- cuando estos se hacen públicos. Hasta aquí todo el mundo de acuerdo.
Frente a unos cuernos públicos dos opciones: aquí no ha pasado nada yo ya lo sabía, todo esto está hablado, somos adultos -la opción peor, porque uno nunca logra disimular lo suficiente, el dolor se enquista como pocos y sólo consigues que los demás desconfíen de ti porque los mentirosos nunca han sido buenos compañeros de baile- y el tradicional golpe en la mesa, seguido de insultos varios contra el protagonista de los cuernos y su acomñante. La opción más tradicional y la que, a la larga, deja mejor sabor de boca, porque relaja de verdad. ¡Somos humanos!
En esta tesitura se encontraba ERC con la actitud de CIU y el PSOE, cuernos claros como pocos, públicos como pocos. Y ERC no ha dudado, ha dado el golpe en la mesa. Para dar el golpe, sin embargo, necesitas un impulso, aunque sea el propio cabreo y eso ha hecho Carod Rovira y los suyos que se han envalentonado tras la multitudinaria manifestación del sábado en Barcelona y ha acabado calificando a Mas de "auténtico perdonavidas de la política catalana" y "matón de barrio". ¡No han tardado mucho!
Y puestos a asumir en público la cornamenta, ahora sí que podemos ponernos a exigir. ERC pide a Artur Mas que "deje de hacerse el chulo" retando a los republicanos a modificar al alza el acuerdo pactado con Zapatero mientras que en el Congreso "hace todo lo que está en sus manos para que el PSOE no se mueva ni un milímetro" de sus posiciones.
Como novia despechada, pero todavía con un asomo de esperanza en la reconciliación, llamó a Mas a "reflexionar" y constatar que "su afán de protagonismo y su interés partidista por atender los poderes fácticos del Estado van por un lado y la sociedad civil va por otro", dijo, en alusión a la manifestación del sábado en Barcelona, que para Ridao, fue, entre otras cosas, "un grito contra el acuerdo Zapatero-Mas".En el fondo, en política o fuera de ella todos actuamos igual, y nos cuesta reconocer cuando algo se ha roto por interés -económico, político o puramente sexual- y a veces nos obcecamos por mantener una unión imposible sobre todo por la imagen que da de nosotros mismos ese acuerdo sin tener en cuenta que quizás es mejor que cada uno ande solo.
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