Rosa Montero y sus ¿reflexiones?
Si he de ser sincera nunca he leído con demasiado interés nada de Rosa Montero, ni sus libros -no he sido capaz de acabarme ninguno de ellos, por falta de interés y de calidad, supongo-, ni sus artículos -siempre cargados de un moralismo que se mueve según sus intereses puntuales y siempre, o casi siempre, faltos de investigación-. Dicho esto no deja de ser sorprendente que me haya leído -esta sí- hasta el final su columna en El País donde hablaba de la quema de banderas que hubo en Catalunya.
No le gusta -más que en caso de hacer listas de quejas- a la señora Montero que le gente se posicione. Se cuestionaba, en dicho artículo, la legitimidad de unos cuantos ciudadanos para rechazar la monarquía española -todos estamos de acuerdo, dicho sea de paso, que la quema de fotos y banderas no es la mejor de las maneras-. Despreciaba el criterio y la opinión que podían tener unos cuantos ciudadanos que, dicho sea de paso, tienen tanto o tan poco criterio como ella. Claro está. "Si un puñado de violentos mequetrefes envueltos en sus propias banderas (a las que, por cierto, nadie ataca) queman la enseña española, entonces tendré que reivindicarla como mía", dice la "prestigiosa" columnista. Ay, y ¿si no no la reivindicas? ¿solo la sientes tuya si la queman? Españoles así a cientos, los monárquicos de Alfonso XII, muchos de los republicanos del 32, los franquistas del 39... españoles que, sin criterio ni opinión se sentían próximos a un bando por rechazar el otro. Así de simple, sin más criterio. Bien está el criterio de la señora Montero como ejemplo. ¿Se movería en la transición por creencias demócratas por ir contra el franquismo, o porque se sentía demócrata?
Y claro, para reforzar su patriotismo, la referencia obligada a la actualidad política: "He creído entender que ésa es la actitud que sostiene el nuevo partido de Savater y Rosa Díez. Bienvenidos y albricias." Sea bien venida la nueva caterva de tránsfugas deseosos de tener un sillón que llevan años comiendo de los votos de españoles que -mire usted qué cosas- creyeron que cuando militaban en sus anteriores partidos les decían la verdad. ¿Quién garantiza a los votantes de hoy que en este caso sí que les dicen la verdad y no cambiarán, de nuevo, en seis meses de chaqueta? Nadie, garantizarlo, nadie. Porque a estas alturas la palabra dada por Rosa Díez como que flojea un poco.
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